Se madre no es fácil y siempre nos preguntamos si lo estamos haciendo bien. Para no equivocarnos debemos mezclar muchas dosis de cariño con nuestros intereses sociales. La maternidad no se reduce a la transmisión de unos genes, también se sitúa en el plano del traspaso psicológico.
Se alcanza la condición de madre porque se desea un hijo y después de un proceso de maduración tanto corporal como psicológico. La capacidad de dar a luz es biológica, pero el ejercicio de la maternidad es psicológico. En lo que la madre transmite al hijo se entrelaza, pues, lo biológico y lo psicológico, lo familiar y lo cultural.
El psicoanálisis ha mostrado que el deseo de tener un hijo no corresponde a la realización de una supuesta esencia femenina, según afirma la doctora en psicología Silvia Tubert, sino que es propio de una posición a la que se llega después de una larga y compleja historia en la que son fundamentales las relaciones que la mujer ha establecido en su infancia con sus padres. Por un lado, ha de aceptar la ley edípica, por la que –por más que quiera a su padre – tendrá que buscar a un hombre fuera de su familia para formar la suya. Esto ocurre dentro de un juego de identificaciones con su madre que le provocará el deseo de serlo también, para ser feliz como lo fue la suya. Si la madre tiene problemas con su feminidad o no puede “maternar” a los hijos con satisfacción, a la hija se le complicará la tarea de convertirse en madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario